Aviso: Lectura no apta para aquellos a quienes el romanticismo les parece una pérdida de tiempo,
algo prescindible en la vida. Avisados quedan!

Todavía tengo en la retina la imagen de aquel paisaje, tan verde, tan lleno de flores, aquel olor... El río quieto que contemplaba las nubes, el sol jugueteando; finalmente el sol ganó y las nubes se escondieron definitivamente. Todo se llenó de color y de vida.
Este será uno de los recuerdos que guarde para siempre de nuestra reciente estancia en Francia. Una imagen que ilustra como otras muchas un viaje en el que los dos hemos sido los protagonistas. Dos, bañados por ingentes cantidades de amor, risas, cariño, besos, abrazos, miradas, complicidad...

París vuelve a ser París, la ciudad mágica, inmensa y a la vez tan romántica, que nunca debió dejar de serlo. El tiempo aparece recuperado, las heridas cerradas y el amor vuelve, ahora sí, a inundarlo todo, como la primavera los campos.
Llevarme a ver París desde el rascacielos más alto de Francia, la Torre de Montparnasse, fue la sorpresa más romántica que me tenía preparada, y no únicamente por las vistas tan impresionantes que desde allí podían contemplarse, sino por el significado que aquello tenía. Lo más alto... el amor... todo parecía tan insignificante comparado con aquel edificio... y a la vez tan hermoso. Fue un momento muy bonito. Otro pequeño tesoro para el recuerdo.
Y mi puente favorito, "le Pont des Arts", un puente peatonal de hierro y con suelo de madera, que cruza el Sena a la altura del Louvre. Un puente con mucho significado para mí. Un puente que necesitaba volver a pisar. Fue lo primero que hicimos al llegar a París el viernes, saltándonos de entrada el itinerario que Paco me había preparado :-) Y luego lo volvimos a cruzar una y otra vez... como si el destino así lo quisiera...
Notre Dame, el paseo por el Sena, el barrio latino, las afueras del Louvre, el jardín de Luxemburgo... todo se llenó de color a pesar de las nubes que amenazaban lluvia, de calor a pesar del frío, de intimidad, a pesar de la gente que nos rodeaba... Todos nuestros sentidos estaban allí ocupados en agarrar fuertemente cada milésima de cada instante vivido. No podíamos dejar escapar nada, todo tenía que permanecer en el recuerdo, en el corazón, en el alma...
Todo, hasta los más mínimos detalles parecían tener un significado, o quizá fuimos nosotros mismos los que decidimos dárselos... la flecha amarilla que, nada más salir del metro y aproximarnos al Pont Neuf, vimos sobre el asfalto indicando el camino hacia Santiago, un camino que tanto nos ha dado y tanto nos va a dar...; aquella escultura tan tierna delante de la que nos sentamos en el Jardín de Luxemburgo; aquella araña enorme sobre los jardines del Louvre...
Un viaje inolvidable, mágico, único. Ha sido "nuestro viaje a París", "el viaje", como dice Paco. Gracias amor por todo, por tu esmero en prepararme uno de los días más románticos de los que llevo vivimos, por tu alegría, tus abrazos, tus besos, tus risas, tu amor.
Eres único... como París y como este viaje, nuestro viaje.
PD: Virginia y Philippe, gracias por vuestra compañía, por vuestra hospitalidad, por vuestra amistad. Gracias por enseñarnos Provins, Coulommier, y el paisaje que rodea París. Resulta increíble ver tan cerca de una gran capital bosques tan impresionantes y pueblecitos con tanto encanto. Gracias por todo, de corazón. Sin vosotros no habría sido igual.

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